Por: Horacio Castro, Corporación Semilla y Memoria
Conocí a Jerónimo en el año 2011,
me lo presentaron en la Fundación Lazos de Dignidad, Organización Defensora de
Derechos Humanos y de Prisioneros Políticos; en la época en que él, en
cumplimiento de las tareas que la Asociación de Trabajadores Campesinos del
Tolima (ASTRACATOL), su Organización de base, le delegara.
Lo recuerdo como una persona un
poco tímida y de pocas palabras pero con un ánimo de trabajo y una sed de
aprendizaje impresionante. Al poco tiempo me encontré con él en las primeras
reuniones a las que asistí en mi labor por la Defensa de DD.HH. y de
Prisioneros Políticos. En ese momento
descubrí y entendí la razón de su timidez; se trataba de un campesino con una
escasa formación académica y recién salido de su vereda natal: Río Negro del
corregimiento de Maracaibo, en el municipio de Rioblanco, Tolima.
Como la inmensa mayoría de los
habitantes de esa región, Jerónimo nació y creció en medio del conflicto
armado. Vale la pena recordar que muy
cerca de Maracaibo, en el mismo municipio de Rioblanco, se encuentra El Davís,
territorio histórico de la resistencia
campesina, allí fué el asentamiento de las autodefensas campesinas lideradas
por el legendario dirigente agrario Isauro Yosa, perteneciente al Partido
Comunista, al que se unió Manuel Marulanda Vélez 10 años antes de fundarse las
FARC. Esta región ha sido desde siempre epicentro de resistencia y por tanto,
escenario de conflicto y de represión estatal que ha tocado a casi todas las
familias campesinas y la de Jerónimo no podría ser la excepción.
Fueron muchas las veces, que en
estos 6 años nos encontramos ya que, pertenecimos a organizaciones hermanas,
ambas articuladas a la Marcha Patriótica; y desempeñábamos un mismo trabajo:
defender los Derechos Humanos de los militantes y del pueblo en general. En
honor a la verdad hay que decir que Jero, como cariñosamente lo llamábamos,
brilló siempre con luz propia cumpliendo con denodado esfuerzo, y una pasión
impresionante, las tareas propias de su responsabilidad, llegando, en este
corto tiempo, a relacionarse con organizaciones y personalidades del orden
local, departamental, regional, nacional y hasta internacional. Realmente su
brío, compromiso, dedicación, espíritu de superación y disciplina son de digno
reconocimiento y emulación.
De su trágico fallecimiento me
enteré a eso de las 10: 50 de la noche del día 24 de abril, por un mensaje de
Whatsapp que nos envió un compañero, en el que nos informaba que Jerónimo
estaba en la morgue de El Espinal, quedé estupefacto; fue terrible, inesperado
e increíble. Lo que inmediatamente vino a mi cerebro fue que se trataba de un
atentado criminal, toda vez que por su labor al frente de la comisión de DD.HH
y por las denuncias hechas; había recibido, junto con otros compañeros, amenazas
de parte de las “Águilas Negras” y de las “Autodefensas Gaitanistas de
Colombia”; supuestas nuevas organizaciones sucesoras del paramilitarismo, pero
que todo el mundo sabe, se trata de las mismas estructuras paramilitares que
obedecen a la misma estrategia militar contrainsurgente y disciplinadora
social: eliminar físicamente al supuesto enemigo interno. Para nuestra
tranquilidad, si es que se puede tener tranquilidad en momentos tan luctuosos,
supimos que se trató de un accidente que había sucedido el día anterior a eso
de las 6:30 de la tarde en la vía entre El Guamo y El Espinal, ruta de gran
accidentalidad. Los pormenores del
accidente no estaban muy claros, sólo que su moto había chocado con la parte trasera
de un camión que se hallaba estacionado a la vera de la carretera.
Conocida la noticia, algunos
compañeros de Marcha Patriótica se desplazaron a la morgue del municipio de El
Espinal donde informaron, se encontraba el cadáver, otros nos convocamos para
reunirnos al otro día, en horas de la mañana, en la oficina de ASTRACATOL;
sobra decir que esa noche la pasamos prácticamente en vela meditando la tragedia. El martes como lo
habíamos acordado nos reunimos para organizar lo del acompañamiento, convenimos
en contratar un bus para desplazarnos, las 21 personas que viajaríamos de
Ibagué al sepelio; pensando que el viaje
era sólo hasta el casco urbano de Rioblanco, pero en la medida que avanzaba el
día nos fuimos enterando que el periplo era hasta su casa natal. Después de
ires y venires y de ajustar cosas, al fin salimos a eso de las 3pm, del martes,
25 de abril.
Fue un viaje largo, a eso de las
seis de la tarde llegamos al municipio de Chaparral, allí dimos alcance al
carro fúnebre. Partimos nuevamente a las 6:30 llegando a Rioblanco a las 8:30
de la noche, hasta ahí todo fue color de rosa ya que íbamos en una buseta más o
menos cómoda, de allí en adelante nos tocaba viajar en campero por carretera
destapada y trocha. Salimos como a las 10pm y a 40 minutos de viaje nos
encontramos con un obstáculo natural llamado El Cambrín, un caudaloso río que
en una de sus reiteradas borrascas arrasó con el puente que servía de paso, por
lo que hubo que cruzar el río por un puente colgante que se bamboleaba de un lado
al otro, en ese momento sólo pensaba en los que tenían que pasar con el ataúd a
cuestas. Ya al otro lado, no supe en que momento pasaron el ataúd, los
baquianos en el amarre y desamarre se dieron a la tarea de liar el féretro en
la parrilla de uno de los camperos, al mismo tiempo que las 30 o 35 personas
que viajábamos nos íbamos acomodando, amontonando en los tres camperos que nos
llevarían hasta la vereda Río Negro a donde finalmente llegamos a eso de la
1:30 am; al momento de desembarcar, mas magullados que un bulto de tomates,
empezó a caer una pertinaz llovizna como si la montaña estuviese llorando la
perdida de uno de sus más adorados hijos. Inmediatamente, después de apearnos
de los vehículos, emprendimos el ascenso por un estrecho sendero, desconocido por quienes desde la ciudad
íbamos. En la medida que subíamos, el camino se hacía más pendiente y debido a
que la lluvia arreciaba el lodo aumentaba haciendo la trocha, cada vez más
resbaladiza; lo sentía por los compañeros y compañeras que pensando en que el
sepelio sería en el pueblo, habían viajado con indumentaria no apta para
transitar por caminos veredales y sin las herramientas necesarias para hora y
media de travesía a pie. A la mayoría nos sorprendió la resistencia y destreza
de los campesinos para cargar el ataúd, lo ataron a dos varas y a pesar que
salieron de últimos, llegaron de primeros; yo salí de primero y llegué de
último.
Arribamos a la casa familiar de
Jero a eso de las tres de la mañana, empapados y embarrados de pies a cabeza y
al sacar de los maletines las ropas para mudarnos, descubrimos que estas
también estaban mojadas, afortunadamente la solidaridad de la familia no se
hizo esperar proporsionándonos, a la mayoría, ropa seca y un suculento y
caliente caldo de mondongo para todos. Entre tanto amanecía, segunda noche en
vela pero todos y todas con el ánimo en alto, la ocasión así lo ameritaba. En la medida que transcurría el día,
provenientes de diferentes veredas, más y más familiares y amigos hacían
presencia en la humilde pero acogedora morada, todos con un único propósito,
acompañar a los deudos del amigo, el hermano, el compañero, el líder, el
dirigente; ya que todo eso era Jero para los habitantes de la región.
A media mañana se dio inicio a
las honras fúnebres: primero se hicieron responsos católicos a cargo del
profesor de la escuela de la vereda, luego un culto evangélico en cabeza del
pastor veredal y después, las condolencias y el reconocimiento de quienes en
representación de las organizaciones, acompañamos el féretro desde el municipio
de El Espinal. Allí estábamos cumpliéndole a Jero, a la familia y a la
comunidad: la Asociación de Trabajadores Campesinos del Tolima (ASTRACATOL), la
Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), Juventud Rebelde (JR), la
Asociación Nacional de Zonas de Reservas Campesinas (ANZORC), la Federación
Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO), Aló Maestro y la
Corporación Semilla y Memoria; todos integrantes de la Marcha Patriótica; fue
un momento muy emotivo, cargado de mucho amor, compañerismo, camaradería y
mucho compromiso para con su memoria y su ejemplo. Al caer la noche del 26, en
el funeral nos encontrábamos alrededor de 150 personas. Toda la noche del 26 se
acompañó el féretro y la familia.
La familia programó el sepelio para
el día 27 a las 10 de la mañana, esa mañana se repitió la ceremonia del día
anterior y a eso de las 10,30 se inició el lento caminar hacía el sepulcro,
allí se vivieron dolorosos momentos,
despedimos a Jero con nuestra consigna de: “por nuestros muertos, ni un minuto
de silencio, toda una vida de lucha y de combate!!!” De regreso a la casa
familiar, nos esperaba otro suculento almuerzo. A eso de las 12:30pm y después
de un cálido abrazo de despedida, iniciamos el descenso hacia la
carretera-trocha donde nos embarcaríamos de regreso a nuestros lugares de
residencia, llegando a nuestro destino a eso de la media noche. Así despedimos
al amigo, al camarada, al dirigente.
Compañero Jerónimo, presente,
presente, presente; hasta cuando, hasta siempre!!!
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